Amantes
—Juan ya te he dicho que hoy no deberías haber venido por aquí, mi marido está a punto de regresar.
—Tranquila Loren, que aún hay tiempo.
—No te creas que me da que algo se huele.
—¿Te ha dicho algo?
—Sí, que ya no quiero tener sexo con él, que le digo que siempre estoy cansada.
—Para no estar cansada…
—Si éste nos pilla, me da algo…
—No te preocupes, que un día de estos le dejamos de patitas en la calle. Ahora soy yo el nuevo hombre de la casa. Joder, me suena bien.
—No sé Juan, yo tengo miedo.
—Miedo de qué, de quedarte sin dinero.
—¿De qué viviríamos?
—Mañana voy a ir a una entrevista de trabajo. Necesitan un camarero. Ya sé que no es mucho dinero, pero nos apañaremos.
—Menos mal que no hemos tenido hijos. Hubiera tenido que aguantarle toda mi vida. Es repugnante. Y pensar que al principio estaba loca por él…
—Loren, ¿Y si antes de largarle nos quedamos con todo el dinero?
—Primero, ¿Cómo le echo de casa?
—Es fácil, denúnciale por malos tratos, que el juez se lo va a creer todo y le pondrá una orden de alejamiento de ti.
—Y ¿Qué pretendes hacer con el dinero?, las cuentas del banco están a nombre de los dos, él se enteraría si yo saco más de lo habitual.
—Tú píllale la tarjeta de crédito, que yo me encargo de hacerle un duplicado. Conozco a un ruso que es la hostia…
—Estoy asustada.
—Cariño no tengas miedo, que yo seré el hombre de tu vida. Anda ven aquí.
—Juan, haz lo quieras, mira esta es su tarjeta de crédito para gastos extraordinarios.
—¿Qué limite tiene?
—Yo creo que son mil euros por día, aunque él no la utiliza salvo para vacaciones o algo así. Hasta navidad no creo que la vuelva a usar.
—¿Y cuánto hay en la cuenta?
—Algo más de 500.000 euros, ya sabes mi marido es una hormiguita ahorrando. Aunque el pobre ni sabe cuánto dinero tiene. La cuenta se la administro yo.
—Loren, me tengo que ir, me llevo la tarjeta.
—Espero que te vaya bien en la entrevista de trabajo. ¿Vendrás a contármelo?
—No creo.
—¿Por qué?
—Me olvidaba decirte algo, ya no nos volveremos a ver. Y si le cuentas algo a tu marido de la tarjeta, ya me encargaré yo de decirle que le has puesto los cuernos. Ya sabes… te pondrá de patitas en la calle y sin un puto duro.
—¡Serás cabrón! ¡no me hagas esto!